Bibi, la primera ministra de Israel, y AMLO, el presidente de México, no podrían ser más diferentes como personas. Sin embargo, en estos tiempos su conducta política no podría ser más parecida. Ambos están tratando de cambiar la política de su país de manera profunda, y ambos lo están haciendo de manera profundamente antidemocrática.
También cabe recalcar que Benjamín Netanyahu (Bibi) y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) lideran países muy diferentes. El territorio de México es 94 veces más grande que el de Israel y su población es 14 veces mayor. El ingreso per cápita de Israel está ahora al mismo nivel que el de Francia o Alemania, mientras que México sufre de anemia económica crónica. Desde la década de 1970, la economía de Israel ha estado creciendo rápidamente y la de México muy lentamente. Mientras Bibi se jacta de la auge En empresas de tecnología avanzada que se han producido durante su mandato, AMLO está construyendo un tren y una refinería de petróleo con dinero público.
Para Bibi, es fundamental que el Gobierno responda con dureza a los ataques de enemigos internos y externos como Hamás, Hezbolá o militantes palestinos. En cambio, AMLO será recordado por enfrentarse a los cárteles criminales que operan en México con una estrategia que llamó “abrazos, no balas”. (No, no funcionó).
La sorpresa es que, a pesar de sus muchas diferencias, Bibi y AMLO han adoptado exactamente la misma estrategia política: el ataque frontal a la democracia. Este ataque no es con tanques y soldados sino con abogados, periodistas y activistas políticos que apoyan al líder. Bibi está tratando de impulsar reformas al sistema judicial que suavizan las leyes e instituciones diseñadas para evitar que el primer ministro y sus aliados concentren el poder. Mientras Bibi ataca al Poder Judicial, AMLO ataca al sistema electoral. El presidente mexicano ataca al Instituto Nacional Electoral (INE), la entidad pública encargada de organizar las elecciones en México y prevenir el fraude y las trampas. El INE es reconocido mundialmente como un modelo a seguir por los países cuya democracia es real y no un decorado más que utilizan los autócratas para aparentar ser demócratas. Al igual que Donald Trump y Jair Bolsonaro, AMLO ha criticado continuamente al INE, calificándolo de “podrido”, “tramposo” y parcial. Su último intento es recortar drásticamente su presupuesto. Lorenzo Córdova, presidente del Instituto, dijo a la periodista Anne Applebaum que las reformas obligarían a despedir al 85% del personal, lo que limitaría severamente la capacidad de funcionamiento del INE. Pero el ataque no es sólo al sistema electoral. AMLO también ha estado atacando a los medios y periodistas específicos que lo critican o que han expuesto sus frecuentes mentiras. Un estudio de la consultora SPIN encontró que AMLO ha realizado 56.000 declaraciones falsas o engañosas en su programa matutino, que se televisa diariamente. Otro frente de ataque para el presidente mexicano ha sido el poder judicial. Recientemente arremetió contra Norma Piña, presidenta de la Corte Suprema y a quien AMLO acusó de promover opiniones favorables a personas acusadas de cometer hechos delictivos.
Tanto el Departamento de Estado de Estados Unidos como periodistas, académicos, políticos y una amplia gama de organizaciones de la sociedad civil han manifestado su firme oposición a las decisiones de AMLO y su forma de imponerlas. También se han activado decenas de miles de manifestantes llenando el Zócalo y las avenidas de la Ciudad de México y las de otras ciudades para protestar contra AMLO.
Al mismo tiempo que esto sucedía en México, lo mismo sucedía en Israel. Más de 100.000 israelíes salieron a las calles de las principales ciudades en repudio a Bibi y su coalición de partidos y líderes radicales. Así, dos países que no podían ser más diferentes resultaron ser idénticos en su defensa de la democracia.
Isaac Herzog, el presidente de Israel declaró que “ya no estamos en un debate político, sino al borde del colapso constitucional y social”. Los veteranos de la Unidad 8200, el grupo de inteligencia militar de élite de Israel, se han sumado a quienes han denunciado públicamente el intento de Bibi de concentrar el poder. En su carta pública dicen: “No vamos a hacer voluntariado en un país que unilateralmente cambió el contrato social básico con sus ciudadanos”.
Lo que ocurre en las calles de México e Israel va más allá de rechazar reformas legales antidemocráticas, reducir el presupuesto de entidades públicas como el INE, o ataques contra periodistas o jueces.
Es una reacción ante la inminente pérdida de la libertad.
@moisesnaim
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