El proceso de paz entre el gobierno colombiano y el ELN se pondrá a prueba durante las próximas tres semanas en México. Las dos delegaciones inician este lunes la segunda ronda de conversaciones con el objetivo de alcanzar los primeros acuerdos tangibles. La primera reunión, en diciembre pasado en Venezuela, sirvió para tomar temperatura al proceso y demostró que la negociación para poner fin a un conflicto de seis décadas no va a ser fácil. El alto el fuego, que entonces no era posible, está ahora en el centro de la discusión. Lograrlo o no medirá el éxito de esta ronda.
Los dos líderes de las delegaciones se refirieron al asunto que más ha tenso la comunicación hasta el momento. La tregua es la primera ambición del presidente Gustavo Petro, quien desde un inicio ha querido darle al proceso más celeridad de la que parece mostrar la guerrilla.
El líder de la delegación del Gobierno, Otty Patiño, aseguró en la rueda de prensa que dio inicio a esta segunda vuelta que el mandato del presidente es que la mesa de diálogo sea “profundamente imaginativa” para “reinterpretar el cese al fuego”. Es decir, que además de la reducción de las hostilidades y la violencia, se traduzca en una mejora de la vida de las comunidades en los territorios de conflicto. La idea es acordar “alivio permanente y no treguas temporales”. Pablo Beltrán, líder guerrillero en la mesa, fue menos prolijo que Patiño y se limitó a informar que la idea es consensuar los preparativos de un cese al fuego bilateral.
El presidente tiene prisa por concretar un cese de hostilidades que cree que reducirá el número de homicidios en las regiones y pondrá la piedra sobre la que se debe asentar la paz total, el proyecto que busca la entrega de todos los actores armados del país sus armas Ese deseo generó la primera crisis en el proceso con el ELN, luego de que Petro anunciara el último día del año pasado un acuerdo de tregua que no fue tal y que molestó a la guerrilla.
La imagen que las dos delegaciones quisieron mostrar hoy en la Ciudad de México, en la sede de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social donde se llevarán a cabo las conversaciones, es que se ha superado cualquier roce y que hay total sintonía para seguir adelante. Beltrán aseguró que de este ciclo también surgirá la agenda final de negociación y la fórmula estará diseñada para incluir la participación de la sociedad civil en el proceso, así como acuerdos “de implementación inmediata” para brindar alivio a las regiones y poblaciones más necesitadas. sufre el conflicto.
Bajo el epígrafe de “los mecanismos de participación de la sociedad en la construcción de la paz en Colombia”, las partes deben encontrar la manera de incluir la voz de la ciudadanía en la mesa. El ELN, a diferencia de las FARC, no tiene ambición de crear un partido político, pero está convencido de que la discusión debe resultar en cambios concretos en la sociedad. Los negociadores entienden que se trata de incluir la opinión de la gente en las reformas que está llevando a cabo el Gobierno. Suena obvio, pero no es fácil de especificar. Petro intentó realizar algunos diálogos populares al inicio de su mandato, muy al estilo de los que hizo en su día Álvaro Uribe, que no han tenido mucho éxito. Las palabras se pierden en el camino.
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Patiño dijo este lunes que el método que los guía es que todo lo que se acuerde en la mesa se implemente en los territorios. “Esto obliga a cierta modestia de la mesa, porque lo que se acuerde siempre se puede mejorar. La mesa no es omnipotente ni infalible (…) Es necesario empoderar a las comunidades para que también sean coautoras en la construcción de un nuevo Estado”, aseguró. En su cabeza, seguramente, pensaba en el acuerdo con las FARC, firmado en 2016, que se negoció en Cuba con mucho mayor secretismo.
Internamente, el ELN, como ha manifestado públicamente Antonio García, su máximo comandante, no quiere en ningún caso ser comparado con otros grupos armados organizados. La guerrilla fue creada hace 60 años por un puñado de entusiastas estudiantes de la revolución cubana. En el camino, la organización ha vivido muchas situaciones, incluida la posible extinción, pero ha llegado hasta aquí como la última guerrilla activa en América Latina. En la última década, las autoridades la han vinculado insistentemente con el narcotráfico. Sin embargo, sus líderes destacan su carácter político, su vocero de la sociedad civil, y ese es el trato que quieren recibir.
El líder negociador de la guerrilla también se congració con el presidente este lunes al referirse a uno de los temas centrales del discurso de Petro: la guerra contra las drogas. Beltrán llamó a “un pacto moral” para sacar a flote al país tras el “daño mortal” que han causado cinco décadas de la fallida estrategia antidrogas liderada por Estados Unidos y felicitó las iniciativas latinoamericanas de México y Colombia por buscar un política “alternativa”.
Los próximos 21 días habrá que empezar a concretar todos estos asuntos para demostrar que el proceso se materializa. La paz con la guerrilla es fundamental para el plan general de paz del presidente colombiano, aunque el gobierno debe avanzar con cautela.
En paralelo a la mesa de negociación con el ELN, el Gobierno ha abierto conversaciones con otros dos grupos que reconoce como de carácter político, la EMC FARC y la Segunda Marquetalia. Están integrados por grupos de combatientes que no se sumaron al anterior proceso de paz —el de las FARC en 2016— o que desertaron en el camino. Son conocidos como disidentes. El comisionado de paz, Danilo Rueda, ya se reunió con el líder de la Segunda Marquetalia, Iván Márquez, quien se convirtió en vocero de la guerrilla en La Habana y luego regresó a la selva tras sentirse perseguido legalmente, a pesar de su condición de desmovilizado. Márquez se encuentra actualmente en Venezuela convaleciente de un ataque perpetrado, según fuentes oficiales, por un grupo de mercenarios que querían cobrar una recompensa por su cabeza. Según estas mismas fuentes, ha perdido la visión de un ojo y tiene paralizadas algunas partes de la cara.
Hay un tercer supuesto para bandas criminales que no tienen carácter político, como la del hijo de La Gata. Con ellos, palabra por palabra, se abrirán espacios de acercamiento y conversación para generar mecanismos jurídicos que permitan la rendición de cuentas a la sociedad y la desestructuración de las motivaciones económicas y delictivas que los sustentan. En este apartado se encuentran el Clan del Golfo, grupo paramilitar dedicado al narcotráfico, las autodefensas de la Sierra Nevada y varios grupos de violencia urbana. De estos últimos, el ejemplo más evidente ocurrió en Buenaventura, donde dos facciones que habían estado en conflicto durante años se comprometieron a no asesinar, torturar o desaparecer a ninguno de sus enemigos. La reducción de la violencia ha sido drástica.
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