Una tarde de hace casi 70 años, Elena Garro quemó papeles viejos en su departamento de la calle Nuevo León, en la Ciudad de México. Tiraría manuscritos, cartas, fotografías, recibos al fuego… Esa tarde, casi destruye también su obra maestra, los recuerdos del futuro. Era común que la escritora se deshiciera de sus escritos “para satisfacer las exigencias de su marido”, el poeta Octavio Paz, o por “desdén por su propia obra”. Así lo cuenta la escritora Olivia Teroba en el prólogo de Historias recuperadas por Elena Garro. El libro, publicado este año por la Universidad de Puebla y Ediciones del Lirio, reúne tres textos inéditos del autor que quizás, alguna vez, se salvaron de la destrucción.
Teroba imagina al escritor aquella tarde “en un cachemira cuello redondo nacarado, las mangas sueltas cayendo suavemente a su lado, el estrecho vuelo de la falda esperando su próximo movimiento”. En aquella ocasión se salvó el manuscrito de su novela más famosa porque intervino la hija de Garro y Paz. “Es muy probable que los textos inéditos contenidos en este libro hayan estado guardados durante mucho tiempo en algún baúl, y se salvaron más de una vez de la destrucción por el fuego”, escribe Teroba. Los textos recuperados son dos cuentos y el capítulo de una novela que retoman los temas de Garro, motivos como el papel de la mujer o la indagación en el tiempo.
La primera historia se titula Nunca mates a nadie, siempre hay dos ojos que te ven y sus protagonistas son Raquel y Rafael, una pareja de burgueses que viven en París y reciben la visita inesperada de un amigo que es un asesino prófugo. El segundo, Martín“fue escrito como parte del volumen Nos escapamos, Lola y luego desechados”, dice Teroba. Hay indicios que la llevan a esa conclusión; la más obvia, quizás, es que en las páginas aparece el nombre de la colección de cuentos publicados en 1980. El tercer texto es un borrador o un capítulo descartado de la novela. Testimonios sobre Mariana, de 1981. Esta historia presenta el punto de vista de uno de los personajes de la obra, el librero Jean Marie. “En la novela, nunca se revela cómo Jean Marie conoció a Mariana. Aquí lo cuenta con su propia voz”, escribe Teroba.
“Lo interesante es ver la obra en marcha”, cuenta Teroba a EL PAÍS por teléfono. El libro incluye imágenes de los cuentos escritos por Garro a mano oa máquina de escribir. Los folios manuscritos muestran una caligrafía que cae y se estira hasta que las letras son irreconocibles. Los textos mecanografiados muestran algunas tachaduras. “Lo que se ve son pequeñas minucias del día a día de su escritura que obviamente también contenían los errores que va a corregir en sus manuscritos”, dice Teroba, y agrega: “Hay un título, el de Nunca mates a nadie…, que en lugar de una coma trae un signo de interrogación. Resulta que eso se debe a que su máquina era una Remington y esos dos signos están juntos en el teclado”.
El escritor también pudo observar, por ejemplo, que el novelista escribía inclinado hacia la derecha y con mucha rapidez. Garro se lo explica en una entrevista de 1967 citada por Teroba en el prólogo: “Cada vez que voy a escribir algo, me pongo a bordar. Con cada puntada que doy es como si estuviera escribiendo una palabra, y siguiendo la guía, la guirnalda o la margarita, voy construyendo la trama, la escena o la situación. Cuando termino, voy a la máquina, y con la ayuda de ese gatito que ves, que se llama Conradino, los escribo; Por eso escribo tan rápido. Si no bordaba no podía escribir”.
No es posible determinar en qué año se escribieron estas obras porque los folios que ahora se publican no están fechados. La escritora Jazmina Barrera, que este año publicará con Penguin Random House un ensayo sobre Garro titulado la reina de Espadas, explica que “es difícil averiguar la historia de esos textos”: “Primero porque ella misma era muy contradictoria en las cosas que contaba y tenía graves crisis de salud mental. Tuvo una etapa de paranoia muy fuerte, en mi opinión, justificada porque fue espiada, perseguida y amenazada. Se metió en problemas con señores muy poderosos.
Garro, que nació en 1916 y murió en 1998 a los 81 años, fue un escritor incómodo para muchos. En un ensayo, Barrera señala que su personalidad “impulsiva y rebelde, luchadora y valiente” la hizo sobresalir, pero también la metió en problemas. Tras la represión del gobierno de 1968 en Tlatelolco, Garro acusó a intelectuales de izquierda como su exesposo, Octavio Paz, de ser los responsables de la matanza de estudiantes. Poco después se exilió. A partir de los años setenta, Garro vivió en Nueva York, París, España… Fueron años de gran precariedad y ostracismo en los que, según cuentan, no tenía gafas y tuvo que vender su máquina de escribir.
En una entrevista que cita Teroba, se le preguntó a Garro si escribir era un consuelo en esos años. Ella respondió: “No, era un trabajo. Necesitaba ganar dinero y me sentaba en el suelo, porque no tenía mesa, y escribía y escribía”. Quizás por eso su obra es tan extensa y diversa. Durante esas dos décadas, también publicó textos escritos años antes. Sus libros, que habían dejado de publicarse en México, se publicaron nuevamente en 1980 gracias al apoyo del escritor Emilio Carballido. Garro regresó al país en 1993 y murió de cáncer cinco años después. Antes de morir, vendió su archivo a la Universidad de Princeton en los Estados Unidos. Sin embargo, parte de su obra se ha perdido.
Los tres textos de Historias recuperadas por Elena Garro Han sido publicados por la Universidad de Puebla y Ediciones del Lirio “gracias a la autorización de sus herederos”, según las primeras páginas del nuevo libro. Ahí también dice que el permiso lo dio Roberto Tabla. El legado del autor, sin embargo, está en disputa. Tras la muerte de Garro, su hija, Helena Paz, heredó los derechos de propiedad de su madre. Éstos fueron posteriormente transmitidos a un sobrino del escritor, Jesús Garro. Al morir sin dejar testamento, los derechos fueron reclamados por su hija, Ximena Garro. Recientemente, Roberto Tabla, hijo de la segunda mujer de Jesús Garro, Raquel Steinmann, ha intentado “quitar a Ximena [Garro] como albacea”, según un artículo publicado en el diario El norte. Cuadro no ha querido hablar con EL PAÍS. Ximena Garro, que ha hablado con este diario, defiende que es la heredera “única y universal” de su padre y explica que está en juicio con Tabla y con varias editoriales porque “no tienen los derechos” para publicar la obra del autor
La editorial y la universidad se preparan para el lanzamiento este año de otros dos libros con material inédito del escritor, uno con obras de teatro y otro con novelas cortas. Pero hay muchos documentos, como diarios, cartas, telegramas, notas o recibos, que Garro entregó a Princeton y que aún no han sido publicados. Penguin Random House recientemente reunió los cuentos y novelas cortas del autor en dos colecciones. En los últimos años, la multinacional también ha reeditado las novelas los recuerdos del futuroque había sido publicado originalmente en 1963, Testimonios sobre Marianade 1981, reunión de personajesde 1982, y mi hermanita magdalenadesde 1998. El Fondo de Cultura Económica también ha publicado obras de Garro, como Y Matarazo no llamó…de 1991.
La obra del escritor, recuerda Teroba, “fue inalcanzable durante mucho tiempo”. Tampoco estaba incluida en los programas educativos, como si no hubiera existido. “Sus comentarios sobre su figura pública, sesgados por el machismo de su época, primaron sobre la lectura y valoración de su obra”, escribe la autora en el prólogo. Por teléfono agrega: “Elena Garro es una de las principales narradoras mexicanas del siglo XX. Leerlo es un beneficio para nosotros como lectores. Ahora se habla tanto de rescatar a los autores y yo creo que, más bien, lo que estamos rescatando es nuestro patrimonio, nos estamos rescatando a nosotros mismos como lectores”.
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