Holbox es una isla alargada de 40 kilómetros de largo por 2 kilómetros de ancho ubicada al norte de la península mexicana de Yucatán que vive comprometida con mantener el aura de paraíso que evocan sus 34 kilómetros de playa, sus calles sin asfaltar y un crecimiento del turismo, por el momento , controlado. Y que su carta de presentación no puede ser más atractiva: interminables playas de postal, un encantador pueblo marinero perfecto para desconectar, la posibilidad de disfrutar del singular fenómeno de la bioluminiscencia o nadar con el tiburón ballena.
Para llegar a la isla solo se necesita un viaje en ferry de 25 minutos desde el puerto de Chiquilá, a unos 140 kilómetros de la localidad turística de Cancún. Este es el tiempo que se tarda en cruzar la Laguna de Yalahau, también conocida como Laguna de Conil. Este cuerpo de agua, que alguna vez fue hogar y refugio de piratas, alberga el islote protegido de la Isla de Pájaros, conocida por sus bandadas de flamencos, y la Isla de la Pasión, rodeada por un atractivo banco de arena que hace las delicias de los visitantes.
Aunque, eso sí, a Holbox no le faltan playas de las que presumir y todas hacen honor a los grandiosos adjetivos que suelen añadirse a los arenales caribeños, con todo lo que ello implica: arena blanca y fina, aguas cálidas y cristalinas que tardan metros en recorrer, pequeños club de playa con hamacas y columpios y vendedores ambulantes bien surtidos de agua de coco y mangos dulces que preparan en el acto. Cuanto más lejos del pueblo, ya sea hacia Punta Mosquito, al norte, o hacia Punta Cocos, al sur, más salvajes serán las arenas y aumentará la posibilidad, completamente cierta, de estar absolutamente solo. Y un plus: aquí apenas llega el sargazo.
Esencias de un pueblo de pescadores
Holbox sigue manteniendo la esencia de un pequeño pueblo de pescadores, aunque hoy vive en gran medida del turismo. En sus calles sin asfaltar conviven en caótica armonía carritos de golf —el vehículo habitual para moverse por la isla—, bicicletas y peatones. Mientras que las paredes están salpicadas unas veces de cuidados murales y otras veces de llamativas fachadas pintadas en vivos colores. Su centro neurálgico es la Plaza Central donde conviven las canchas deportivas, un escenario con actuaciones esporádicas y puestos callejeros que durante el día ofrecen las excursiones más populares y por la noche venden marquesitas, una especie de crepe crujiente extrañamente adictivo.
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A su alrededor se encuentra uno de los restaurantes más animados de la isla, raíces, una pizzería con música en vivo. Aunque si quieres comer la mencionada pizza de langosta, en el restaurante edelyn Presumen de ser sus creadores y en la pinsa Suben el listón con la pizza de pulpo. Para los que no quieren pasar un día sin tacos, tacos de queto Es la opción local por excelencia. Es el encargado de mariscos y pescados frescos. Barracuday los veganos no se cansarán de visitar arte saludable; Con suerte, mientras cenas podrás observar las carreras y miradas curiosas de los mapaches que habitan la isla.
Aquí se relaja el pez más grande del mundo
Si hay un habitante ilustre de Holbox, con permiso de mapaches, flamencos o pelícanos, ese es, sin duda, el tiburón ballena, el pez más grande del mundo. Absolutamente inofensivo aunque imponente con sus 12 metros de media, el tiburón ballena visita las aguas cercanas a la isla mexicana entre los meses de mayo y septiembre en busca de su alimento, el plancton. Para verlos y nadar con ellos es necesario contratar una excursión (el precio ronda los 170 euros por persona, según temporada y capacidad de negociación) con guía titulado, que incluye equipo de snorkel, bebidas y algo de comer.
Encontrar a estos gigantes no es fácil, aunque su tamaño y el ojo experimentado de los guías ayudan. Normalmente suele ser necesario un viaje en barco de unas dos horas y, una vez localizado, se observa una rigurosa orden de tirarse al agua y así no hostigarlo. No debería ser necesario decirlo, pero obviamente tocarlos o interponerse en su camino de natación está completamente prohibido. La técnica es relativamente sencilla: el grupo en el agua permanece y disfruta de la experiencia mientras este impresionante pez nada junto a ellos y cuando el tiburón ballena avance, será el momento de volver a la embarcación y dar paso a los siguientes nadadores. Aunque el tiempo es cruel: nunca unos minutos pasarán tan rápido.
Nadar con un halo de luz
El fenómeno de la bioluminiscencia es producido por microorganismos que, gracias a una enzima, convierten su energía química en luz. Es verdaderamente apreciable solo en unas pocas y seleccionadas zonas del planeta, y Holbox es una de ellas, especialmente entre marzo y noviembre. La clave es encontrar la zona más oscura —Punta Cocos es ideal para esto— y la noche más oscura, por lo que la Luna nueva es la mejor opción. Punto importante, es fundamental protegerse de los mosquitos o te arrepentirás, mucho, al día siguiente.
Una vez que los ojos se han acostumbrado a la negrura, es hora de adentrarse en el mar donde ocurre una magia casi indescriptible: el agua se ilumina con cada paso y con cada movimiento, cuanto más rápido, mayor es el brillo. Sí, es cierto que la luz también se podrá apreciar al romper unas cuantas olas, pero será un escenario nada comparado con la experiencia de nadar provocando un halo de luz.
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