Los seis años de pesadilla primigenia quedarán para la posteridad amnésica; es decir, espero olvidar pronto estos cuatro años de seis en una malformación primate. Llegará el amanecer en que podamos mirar atrás y evocar con una sonrisa —no sin un poco de resentimiento— las ocurrencias de Chochito, director del espectáculo, quien impuso una homilía diaria y obligatoria (con atril y micrófono) desde el día que asumió el poder. sobre el patio. Llegamos a extrañar los actos cívicos, los honores a la bandera, el distanciamiento y los versos memorizados en cuanto las malditas mañanas se convirtieron en el tedio de nuestra precaria educación. Hablo de la época pre o semimarxista, al borde de la imposición de los nuevos libros de texto (milagro bolivariano donde el espíritu norcoreano parece mezclarse con el náhuatl) y no pocos silogismos solidarios emanados de la espuma del Arauca. , vibrando y flotando como chinampas. flores en el canal de desagüe o allá por el Bordo de Xochiaca.
El director Chochito dijo que no estaba acostumbrado a espiar a los estudiantes, aunque reconoció que recibe selfies y notas cuadriculadas de toda actividad, conversación o amontonamiento en el recreo, en la cancha de tochito y en los baños alineados como letrinas de barraca. No nos espiaron, pero Cuquita la telefonista tomó nota de quiénes cumplían con el uniforme y quiénes se burlaban de los maistros o de las esposas de los jefes. Seremos la generación de analfabetos que logró pasar cada nivel escolar por suspenso o —lo que es lo mismo— la legión semiautomática de potenciales cajeros automáticos OXXO, repartidores de bicicletas o motociclistas, rebaño de Tesla en esa utopía plastimarxista donde la educación será sólo el eco, la UNAM un rellano de olas a la deriva y el paisaje otrora académico plasmado con murales incandescentes del líder sucker y la ecléctica galería de sus personajes ejemplares: allí donde el hijo del carpintero se abraza a la Cold Killing Machine en La Habana, allí mismo lugar donde Silvio parece ser el segundo de Chico Ché y todas las Crisis… celebración inexplicable del Desarrollo Estabilizador que condujo a otra era en Tlatelolco ya confundido por todas las contradicciones de esta generación protoescolar que cada mañana tiene que separar a los consagrados imagen del profesor Bartlett en el taller de Electricidad, con el holograma tricolor de él mismo cuando era gobernador electoral… y cada mañana grid ar la simulación de las preguntas prefabricadas, las respuestas como venenos, la estupidez sutil de las pausas del delirio y otras perezas o asperezas, cuando en realidad ya son muchos los niños en el pase de lista que están ansiosos por ir al colegio.
No sé si el término es transgeneracional o si se entiende fuera de México, pero ir a la escuela se está oxidando como libre escape a la sombra de un deseo quizás más profundo: que nos dejen los pupitres, pizarrones, cuadernos y libretas. libros sin inquisición rumiante… que nos dejen respiros e ideas libres en cada clase y que los maestros improvisados, maestros sindicales y el director Chochito salgan de una vez por todas, directo a La Chingada, que así se llama el refugio tropical donde será enterrado. Todo este rancio y torpe experimento con primates.
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