Que la corrupción es necesariamente sistémica se ha hecho evidente a principios de año.
Que la sucesión a la presidencia de la Corte Suprema de Justicia podría ser crucial para la marcha de las instituciones era bien sabido en 2022. Pero nadie vislumbraba que ese proceso se resolvería mediante una explosión cuyas astillas dejarían heridas en múltiples espacios. del poder, más bien en el sistema político mexicano en su conjunto.
Al momento de entregar esta columna es imposible determinar qué hará la ministra Yasmín Esquivel luego de que la Universidad Nacional Autónoma de México, su alma mater, dictaminara este miércoles que la tesis de licenciatura de esta abogada cercana al presidente López Obrador es producto de un robo, que el documento entregado para egresar de los estudios elementales y obligatorios para impartir justicia es espurio.
Todo el viernes fue un ir y venir de rumores que anunciaban la renuncia del ministro que, hace apenas unas semanas, soñaba, no con ilusiones, con la posibilidad de presidir el Poder Judicial de México, que cambiaría de cabeza el 2 de enero. Hoy, en un caso que solo ha tomado giros cada vez más inverosímiles, Esquivel no solo tiene que rumiar haber perdido la principal sede de la justicia mexicana, sino que la gran interrogante es si podrá sostenerse como una de las 11 personas que conforman el máximo espacio que vela por la aplicación de la Constitución.
Que quede en los anales este episodio para que cuando alguien diga que el periodismo no hace ninguna diferencia se cite a Guillermo Sheridan y la oportuna entrega en la que reveló que tenemos un ministro con título de pirata.
El académico, docente, escritor y columnista lleva años desenmascarando el plagio y el robo de ideas y palabras. Sus informes habían sido subestimados -esos tiempos canallas que a los ladrones se les perdona porque forman parte de un bloque empoderado-, pero también es cierto que en esta ocasión Sheridan expuso la falsificación de un documento por parte de una persona que se disponía a escalar el Everest. Y como pasa cuando alguien ha subido muy alto con un lastre tóxico en el equipaje, la caída ha sido con estrépito.
Por si alguien interesado en México no ha estado en el planeta Tierra en las últimas tres semanas: Sheridan demostró que la tesis de Esquivel era una copia casi idéntica de otra de un abogado que se graduó antes, allá por los años ochenta. El asesor en este trámite para ambos alumnos fue el mismo, y hay otras personas que presentaron el mismo texto en ambas titulaciones. Falsificaciones en serie. Un truco incluso para un país donde algunas de las mejores críticas y parodias del poder y sus extorsiones se han hecho en las carpas.
El destino alcanzó a la ministra Esquivel 35 años después, cuando ya no era estudiante pero se disponía a ejecutar el embargo de la Corte para ponerla bajo la custodia de Andrés Manuel López Obrador. Ella descubrió el engaño, sin embargo, y con el guión perfecto de quien ha sido pillado, negó los hechos con más fervor que un San Pedro. Y fue más allá de ella: argumentó que investigaciones de la fiscalía capitalina y un acta notarial la exoneraron, que el otro autor fue el plagiario, que ella fue su víctima y hasta su maestro/su sinodal la bendijo.
Todo fue en vano: cada instancia de la UNAM que se involucró vio lo obvio al revisar las dos tesis en cuestión: por tiempo y forma, el documento del primer autor tenía que ser el original, y el de ella, la actual ministra, la copia fraudulenta. . Oficialmente, ha dicho la máxima casa de estudios de México, Yasmín Esquivel es autora de una tesis sin los méritos requeridos.
El veredicto solo remató lo que fácilmente se instaló en la opinión pública desde que Sheridan reveló la coincidencia en las tesis en plena temporada navideña: hasta en el país del surrealismo hay límites, y las explicaciones del ministro no pasaron la prueba de la risa de los extraños. y, algo nuevo, de no pocos nuestros; En este escándalo, incluso personas del oficialismo manifestaron que no aceptaban que todo fuera un complot contra ella y contra el movimiento de Andrés Manuel.
Pero el hecho de que desde diciembre hubiera múltiples manifestaciones de que la tesis solo podía ser espuria y por lo tanto se derrumbarían las aspiraciones de Esquivel como presidente de la Corte, no significa que el problema fuera a impactar solo a la ministra o incluso a sus partidarios. Para empezar, porque no sólo no renunció a su intento presidencial en la Corte, sino que defendió a viva voz tal empresa el día de las elecciones.
Frustrado el intento, que al final fue quizás el impulso que necesitaba la Corte para enviar un mensaje al Ejecutivo de que la tutela de los tiempos de Arturo Zaldívar se acababa, y como Esquivel no renunció a su ambición, se ha complicado con sus desganas. y obstinación en otras instancias, desde el gobierno capitalino hasta la Presidencia de la República, pasando por el Poder Legislativo y, por supuesto, el Judicial, que ya no sabe qué hacer con un ministro desacreditado hasta los tuétanos académicos.
Esquivel se ha convertido en una patata caliente para todo el sistema político mexicano. Porque si para nombrar a un ministro de la Corte se requieren múltiples instancias -que cumpla con un perfil académico y profesional, que tenga buena reputación, y que sea aprobado por el Ejecutivo y el Legislativo- ahora toca desandar ese camino para ver cómo todas las partes que en el pasado dijeron que cumplía con los requisitos pero no sabían la verdad que saben hoy están desenredadas.
Incluso si Esquivel les hizo un favor a todos y renunció, habrá saldos negativos de este episodio.
En el futuro, la jefa de Gobierno, para empezar, tendrá que explicar en muchas ocasiones cómo su fiscalía quiso dar un salvoconducto a la ministra en apuros y decretar que ella era la secuestrada. Justicia a través de los amigos, ¿es eso lo que propone el aspirante a presidente para el futuro?
La UNAM quedará atrapada por mucho tiempo en su conducta tibia, por no decretar una sanción ejemplar que acabe con un futuro de compromiso sin titubeos con la honestidad y la ética, y un rechazo sin medias tintas al plagio y al engaño. Por hacerse autónoma y luego decir que no tiene mecanismos para gobernarse en los problemas.
La Asamblea Legislativa deberá cuidar que así como los ministros tienen la obligación de remover a las personas que, habiendo mentido en los procedimientos, incumplieron con lo que se les exigió para merecer un nombramiento. ¿Qué harán los representantes del pueblo y de la República? ¿Sigues de vacaciones?
¿Y qué hará el propio Poder Judicial? Norma Piña, la nueva presidenta de la Corte y del Poder Judicial, sabe que al ganar las elecciones del 2 de enero, asumió la responsabilidad de velar por la rectitud de los jueces y juezas, de remover a quienes teniendo el deber de impartir justicia, no te conduzcas por el camino de la verdad, para, en una palabra, honrar lo que comienza el buen juez de la casa.
Y finalmente el presidente López Obrador, quien desde Palacio Nacional y desde la Secretaría de Educación Pública tiene la responsabilidad de no sentar el precedente de que altos funcionarios del gobierno puedan ser descubiertos en faltas graves y todo siga como si nada. Ernesto Zedillo derrocó a un Secretario de Estado sin título por menos y con más diligencia.
Durante su campaña, AMLO prometió erradicar la corrupción, y en no pocas mañanas ha reiterado ese compromiso. Esquivel fue su enviado a la Corte y ha reconocido su desempeño relacionado con la agenda del gobierno federal. Pero cuando estalló el escándalo, el propio presidente ha dicho que el plagio es corrupto y que a diferencia de la UNAM, su administración no evadirá una disposición clara. Solo pasan los días y nada.
Si hay alguien, es el presidente quien tiene algo que ganar en el caso. No solo porque honraría su oferta de que se establecería un nuevo estándar de probidad y tolerancia cero con la corrupción durante este sexenio.
Así como en el pasado los de Morena se burlaron de Peña Nieto y su tesis con líneas plagiadas, hoy estas denuncias cobran fuerza y exigen consistencia.
Y por si fuera poco, López Obrador tiene motivos para política real deshacerse de su ministra: desacreditada, ya no le servirá de nada. Si la reemplaza, el presidente tendrá más credibilidad y, si el reemplazo es elegido correctamente, también tendría más fuerza en una Corte cuyo nuevo presidente tiene el récord de más votos en contra de la agenda presidencial.
Pero de cualquier manera habrá costos. No porque la nombró, sino porque si Esquivel continuó con el intento de mantenerse en la presidencia de la Corte a pesar de haber sido exhibido por Sheridan, fue porque durante semanas el tabasqueño minimizó el fraude de la tesis y la indignación que provocó. Pensó que podría salirse con la suya. Malo el presidente.
Si Esquivel sigue en los tribunales es por AMLO, y por la UNAM, que no fue contundente en su sanción, y por la Fiscalía Claudia Sheinbaum, que le entregó un salvavidas ministerial típico de Santo Domingo, y por las bancadas del Congreso que no han asumido su responsabilidad, y por una clase empresarial que no tiene voz propia sino acomodaticia al Palacio, y por los colegios de abogados que son clubes privados y sin influencia porque de lo contrario sería una carga para los compadrazgos, y por una SEP a la que no le corresponde la prisa, y por un Poder Judicial desbordado por el escándalo.
Solo dos cosas son ciertas de este asunto: que Sheridan denunció un innegable plagio, y que demasiados actores preferirían que Esquivel se fuera tranquilamente a su casa a pasar página, para que no se den cuenta de cómo se esfuerzan todos los días por no asumir su responsabilidad cuando se prueba un acto de corrupción, porque si insisten en hacer la limpieza obligatoria en uno de esos, terminan pisándoles la cola. El sistema tenía indigestión Yasmín Esquivel. Y él está en todas partes.