“Lo habitual en un político es que cuando tiene un micrófono frente a él, se controla y le dice a otro, en privado, todo lo que piensa. En Venezuela no, aquí es al revés: lo que negocias o le dices a un político en privado se amplifica con un micrófono frente a ti. No somos garantía de discrecionalidad”. Una destacada política venezolana recurre con frecuencia a la anécdota para explicar algunas de las razones que dificultan negociar una salida a la crisis institucional en el país caribeño. Al escucharla, la La ministra de Relaciones Exteriores de Noruega, Anninken Huitfeldt, asiente y no oculta una sonrisa mientras mira a Idun Tvedt, subdirector de la sección de Paz y Reconciliación de la cancillería nórdica.Ambos, en sus diferentes funciones, han sufrido la complejidad de los políticos venezolanos. Y no sólo, forman parte del actor más discreto de los últimos procesos de paz en el mundo: esta es la diplomacia de paz de Noruega.
La primera vez que Noruega, un país de unos 5,5 millones de habitantes, se involucró en un proceso de paz fue en Guatemala en la década de 1990, tras solicitudes de grupos de la sociedad civil. Eso, que admiten que comenzó con “muchos, muchos fracasos”, fue la base sobre la que se ha construido la diplomacia de paz. Después de Guatemala vinieron las negociaciones entre Israel y Palestina; en Sudán, Malí, Etiopía, Sri Lanka, Colombia, Venezuela… Al menos 40 procesos de paz en el mundo en los que han intervenido unos 120 diplomáticos noruegos, incluido un departamento especial creado hace 20 años en el que trabajan 16 personas, una suerte de comando de élite para la paz mundial y la reconciliación. “No viajamos por el mundo, buscamos conflictos o presionamos a las partes [para que se sienten a hablar]pero cuando se acercan a nosotros, y vemos que podemos, compartimos los conocimientos de facilitación que hemos adquirido”, celebra Huitfeldt.
Facilitar, no mediar. El canciller noruego marca diferencias en varias ocasiones durante el conversatorio, sostenido recientemente en la capital de México, frente al lago Bosque de Chapultepec. A un par de horas de allí, Noruega acaba de realizar un retiro para expertos en resolución de conflictos; y un poco más cerca de la gigantesca selva urbana, al sur de la ciudad, un equipo forma parte de las conversaciones entre el Gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla activa de América Latina. El proceso anterior en ese país, con las FARC, es uno de los mayores éxitos de la diplomacia noruega, cuyo canciller destaca uno de los mayores logros, quizás por su complejidad: “Hablamos con todos los actores del conflicto, incluidos los que condenar. En ese momento, era controvertido si lo hacíamos con los talibanes, Hezbolá, Hamas o las propias FARC. Se nos puede criticar por eso, pero creemos que es la única manera de hacerlo para solucionar un conflicto”.
Huitfeldt estructura el trabajo de Noruega en torno a cuatro ideas: “La primera es que debemos ser discretos, no solemos aparecer en los medios. Si las partes quieren decir algo, pueden hacerlo, pero nosotros solo si no están de acuerdo. Esto está siendo una excepción”, bromea. “La imparcialidad es un principio fundamental para nosotros como facilitadores”, continúa el canciller noruego. “No presionamos, somos un país pequeño, con un ejército y una economía pequeña, ¡no podemos presionarlos para que cooperen! Lo que podemos hacer es facilitar conversaciones, tratando de entender qué soluciones podemos proponer. La paz sólo puede lograrse si las partes muestran voluntad de trabajar por una solución política”. El hecho de que Noruega sea imparcial en una negociación no implica que sea neutral. Por ejemplo, con los talibanes, a quienes condena. “No podemos ser neutral en temas como los derechos de las mujeres o los niños”.
Uno de los ejemplos más claros de los logros que ha traído la discreción, el bajo perfil y la imparcialidad ha llegado en Venezuela. Noruega fue una de las pocas democracias plenas que no reconoció a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela en 2019, una apuesta con la que se estrellaron las mayores potencias del mundo. “Si lo hubiéramos hecho, no habríamos podido asumir el papel de facilitador”, dice Idun Tvedt.
El único caso donde la imparcialidad se vuelve quimérica es con Ucrania. “No podemos, porque tenemos frontera con Rusia”, zanja Huitfeldt, que pone como ejemplo el apoyo militar que su país ha dado a Ucrania, primera vez que Noruega proporciona armamento desde que lo hiciera en Cuba ante la avance de Fidel Castro. “La defensa de Ucrania contra la invasión y las consecuencias de la guerra a nivel mundial exigen nuestra atención, podemos apoyar a Ucrania con nuestra experiencia de paz y reconciliación si así lo solicitan”, agrega.
La paciencia es otro de los pilares sobre los que la canciller noruega estructura la experiencia adquirida. El proceso de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC lleva al menos una década: primero, la fase secreta; luego la mesa de La Habana y, más tarde, la implementación del acuerdo. Noruega ha estado presente en todas las etapas. “Tener paciencia es otra de las claves, las partes tienen que tener claro que Noruega va a estar en las buenas y en las malas, deben confiar en nosotros”. Estos “momentos” implican años de idas y venidas, de tanteo del terreno, de los actores, de cerciorarse, explican los dos diplomáticos, de quiénes representan las partes y si son los representantes correctos, algo cuya complejidad se multiplica a la hora de verificar quiénes son. son los interlocutores de un grupo armado.
Tras explicar la evolución de Noruega en los procesos de paz y la operación, las lecciones aprendidas en todos estos años, la canciller llega a un punto que, dice, es clave para explicar cómo ha sido posible llegar hasta aquí y que ella no se detiene. descolocar al interlocutor: “Hay más posibilidades de fracasar que de acertar”, dice sin titubear, a lo que Tvedt complementa con una visión optimista: “Los conflictos son cada vez más complejos, pero también hay más demanda de mediación, la mayoría acaban en un mes de negociaciones en algún momento. Incluso cuando los esfuerzos no han sido suficientes, no son en vano. Las posibilidades de encontrar una solución pacífica más adelante pueden haber aumentado. Y mientras tanto, pueden haber salvado miles de vidas”.
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